Desde su nacimiento en Keelung, Taiwán, en 1964, hasta tu consolidación en España, la trayectoria de esta artista ha estado marcada por un diálogo constante entre dos mundos: el de su herencia oriental y el de su vida y formación en Occidente. A lo largo de su vida, ha atravesado diversos periodos creativos, cada uno reflejando nuevas exploraciones de la armonía entre la forma y el vacío. En esta entrevista, buscamos conocer más allá de su obra, acercándonos a la persona detrás de los conceptos atísticos, y como su vida y emociones han moldeado su arte.
Czili Liao, muchísimas gracias por estar aquí y compartir con nosotros esta conversación tan especial. Me gustaría empezar por tus raíces. Naciste en Keelung, Taiwán, y viniste a España en 1982. ¿Qué recuerdos guardas de tus primeros años en Taiwán? ¿Sientes que el lugar donde naciste aún está presente en tu vida y en tu arte?
Viví en Taiwán hasta los 9 años, momento en que emigré con mis padres a varios países del mundo. Comenzamos a hacer mudanzas internacionales, desde el Sudeste Asiático, pasando por Norteamérica y Sudamérica, hasta llegar finalmente a Europa. Antes de salir de mi país, tuve la suerte de recibir la enseñanza de profesores que, con mucho amor, me inculcaron un profundo respeto por mis raíces. Ellos me transmitieron las antiguas historias de China, los cuentos de ética y moral confucianos, así como los pensamientos filosóficos orientales.
Esa etapa dejó en mí una conexión muy profunda con el orientalismo, la cual ha influido en mi vida desde entonces. Cuanto más tiempo paso fuera, más busco, con afán y ansia, el espíritu de esta cultura milenaria. Ese anhelo se entrelaza con el arte que expreso desde mi comprensión del mundo occidental.
La armonía entre la forma y el vacío ha sido una constante en tu obra, inspirada tanto en conceptos orientales como en valores occidentales. ¿Cómo sientes que tu identidad cultural, tan única y mixta, ha influido en la forma en que ves el mundo y en cómo expresas esa visión a través del arte?
El concepto de la forma y el vacío es similar a la idea expresada en la frase de un calígrafo chino: ‘Contar Blanco y Considerar Negro’. Esto significa tratar el blanco como negro en las obras de caligrafía, considerando el espacio en blanco entre los caracteres como si fuera tinta. De esta manera, se puede percibir el espíritu en las áreas con tinta y encontrar interés en las zonas sin tinta. Una buena obra caligráfica refleja una relación armónica entre la tensión y la relajación de los trazos, en perfecta concordancia con la verdad inherente al espacio en blanco.
Bajo este concepto, he trabajado siempre en mis obras escultóricas. Sin embargo, el contenido de esta idea ha evolucionado gradualmente a lo largo de mi trayectoria artística.
Tu carrera artística tiene varios períodos, cada uno con su propio carácter. Cuando miras hacia atrás, ¿hay algún momento específico en el que hayas sentido que tu arte empezó a revelar algo profundamente personal de ti misma? ¿O alguna etapa en particular que haya sido especialmente transformadora?
Al principio, mi trabajo giraba hacia lo tangible, lo que podía tocarse, medirse, existir. Me cuestionaba en un diálogo entre lo físico y lo etéreo, trazando líneas y ángulos que sostenían en armonía. En ese universo geométrico, los volúmenes cerrados se combinaban los espacios abiertos, definiendo los límites entre la presencia y la ausencia, entre la tensión y la calma. Aquellas obras, nacidas de materiales nobles, hablaban con un lenguaje estético geométrico y abstracto, como en Laberinto I (hierro oxidado), Laberinto II (madera tallada), y (madera tallada), y La Transición (mármol de Macael).
Después, la vida me dirigió a otro camino: el arte escénico. Colaborar con Els Comediants abrió otros nuevos horizontes creativos. Allí, sobre el escenario, descubrí la danza entre forma y vacío, iluminada por la luz como arquitecta de atmósferas. La conexión entre actores y público se estableció una relación visual, psíquica y emocional. La fotografía, era la técnica idónea para capturar expresiones de la vida escénica, como así fue un reportaje de la obra teatral Bí.
Al regresar a los materiales, mi mente buscó un nuevo lenguaje, uno que abrazara la fluidez, la transparencia y el ritmo de la respiración. La forma ya no era un fin, sino una excusa existencial para que el pensamiento emergiera del vacío. El arte de instalación se convirtió en mi representación principal como una escena de ideas. Creando escenarios de introspección que conectaban mi mundo interior con el exterior. Obras como Terra Madre Invierno, Ginkgo Otoño, Germinados en el Interior, y El Hombre en Dharma tejían una evolución entre la mente burda y la mente etérea, entre lo efímero y lo eterno.
En la actualidad mi obra encuentra su inspiración en la Naturaleza misma, en su fragilidad y en las cicatrices que el hombre moderno le ha infligido. Cambio climático, desastres nucleares, contaminación desmedida: mi arte busca despertar ecos de
conciencia, recordándonos que somos parte de la Tierra. A través de figuras vegetales, me represento como un habitante más del paisaje, uniendo humanidad y naturaleza en un viaje compartido. La tecnología se ha convertido en una herramienta aliada, transformando mis obras en experiencias sensoriales que dialogan con los cinco sentidos. Dulcinea–Dulce Encina evoca lo visual, lo gustativo y lo olfativo; The Silent Butterfly Lady susurra con imágenes y sonidos; Where are the Birds? lamenta la pérdida a través del oído; y Red Gate — A Red Imprint invita al tacto, al oído y a la vista. Cada obra, como La Predicción de un Brote o The Cave’s Mirror, revela un reflejo de nosotros mismos en la raíz de la propia Naturaleza.
Decidiste dedicarte de lleno al arte en 2012, pero ya tenías una carrera artística sólida. ¿Hubo alguna razón o momento particular que te llevó a tomar esa decisión? ¿Qué significado tuvo para ti dar ese paso en ese momento de tu vida?
De pequeña, mis sueños eran absurdos y fantásticos, un carnaval de imágenes que cobraban vida en mis manos. Creaba objetos con esa imaginación pura, maravillándome con un simple lápiz, capaz de trazar líneas mágicas que brotaban por la hoja. Cada dibujo ingenuo era una ventana a mundos libres, donde la imaginación jugaba como un niño encantado.
Aquel tiempo en que la niñez llenaba de felicidad al lanzar imaginación para crear. Pensaba que mis hijas también descubrieran ese gozo, esa libertad inmensa de inventar con su imaginación. Fue entonces cuando decidí tomar al arte, transformándolo en una herramienta pedagógica, un puente para compartirles la chispa de la creatividad.
Quería ser un ejemplo para ellas, un testimonio de que la vida misma es una escuela, donde cada camino elegido, recorrido con valentía, se llena de sentido. Enseñarles a abrazar su propia vivencia, a descubrir su propia luz, como un trazo único en el lienzo del mundo.
En el período de la luz, mencionas la importancia del arte escénico y cómo te sientes atraída por la conexión emocional entre intérpretes y espectadores. ¿Qué descubriste en esa conexión que querías capturar a través de tu fotografía? ¿Hubo alguna obra o experiencia que te marcó especialmente?
En mi trabajo, la necesidad de aprender, conocer y crear, toma la forma de «juegos». Los considero expresiones libres de mi pensamiento y, al mismo tiempo, actos conscientes de compromiso con el mundo multicultural que habito. Son juegos rituales, en los que integro mis reflexiones sobre Oriente y Occidente. Cuerpo y alma se conectan con una conciencia cósmica; una ceremonia de luz que ilumina, tan rica en significado como el propio sentido existencial de la vida.
La luz del escenario me ofreció otra perspectiva de este ―juego‖. En el teatro, la luz se fusiona con la atmósfera, los elementos del decorado, la música, las expresiones gestuales de los intérpretes. Todo se convierte en un espectáculo de luces, colores, ritmos y emociones. Pero la magia no sólo ocurre frente al telón, también detrás, donde cada día surgen innumerables capítulos de improvisación. Cambios de guion por imprevistos personales, fallos técnicos, ajustes en decorados, vestuarios y utilería, alteraciones por las dimensiones del escenario, enfermedades o incluso accidentes de los actores durante las funciones. Era como si la vida misma fuese un circo: dura, agotadora, repetitiva. Sin embargo, éramos una gran familia que se preocupaba por cada miembro de la obra, y enfrentábamos juntos las peores situaciones, resolviendo los problemas con un gran corazón, lleno de amor y calidez humana.
Esta experiencia la viví especialmente en BI, un espectáculo de Els Comediants que narraba el viaje de una familia de la Comedia del Arte desde el Mediterráneo hasta el Lejano Oriente. El contraste entre dos mundos quedó perfectamente plasmado: los occidentales fascinaban con sus elementos de magia, ilusión y fantasía, mientras que los orientales aportaban su rigor y disciplina meditativa. A pesar del choque entre culturas tan distintas, el amor surgió entre una bailarina occidental y un acróbata chino, desafiando las expectativas de ambos bandos. Finalmente, ese amor logró una unión mágica, que culminaba en un sueño compartido entre seres fantásticos y ancestrales de ambas tradiciones.
Más recientemente, has explorado los temas de naturaleza y conciencia ambiental, conectando a los seres humanos con la sabiduría de los árboles. ¿Cómo sientes esa conexión y qué esperas que los espectadores de tus obras experimenten o reflexionen al ver estas creaciones inspiradas en la naturaleza?
Mis últimos trabajos son reflexiones sobre los seres vegetales. Busco mi conciencia, que se relaciona con el alma de estos seres ancestrales a través de su historia, su virtud y su
belleza. Como un calígrafo que escribe trazos con las ramas en el vacío, que va registrándose en la memoria humana, e interiorizándose en nuestra conciencia. Pretendo sensibilizar sobre nuestras acciones con estos habitantes del mundo, y aventurar mi recorrido por el paisaje humanista creado por ellos, en el que me hechizaron los ecos de conciencia que resuenan en cada rincón de la Tierra. Las huellas dejadas por estos sabios ancestrales, hacen que me convierta en una seguidora, que con anhelo, busco su mensaje, que reclama su sentido existencial para volver a ser escuchado por el hombre. Porque en la civilización está escrita la sabiduría de la vida desde la perspectiva de la naturaleza. Uno de mis instalaciones que inspiraba del libro Don Quijote, un legado de literatura universal, trasladando desde un paisaje manchego del año 1605, adaptando a una versión de nuestra sociedad de hoy día – ―Dulcinea, Dulce encina‖ – La bella silueta de mujer-encina sostiene la bacía del caballero andante, Don Quijote. Este gesto de desear invitar al espectador a entender a la mujer que modifica su autonomía, que goza de libertad de movimiento y con un estatus de igualdad que indica un nuevo posicionamiento de la mujer en la sociedad actual.A menudo mencionas que la luz y la transparencia se han vuelto esenciales en tus últimos trabajos, como si fueran una puerta hacia el interior del ser. ¿Qué significa para ti el vacío en tus obras y cómo crees que afecta a quienes las contemplan? ¿Es también un reflejo de tu propio viaje interior?
Para mí, la luz que ilumina representa mi propia existencia: cada segundo que percibo, cuestiono y realizo. Siempre he tenido una comparación metafórica: Occidente es como el Sol, caracterizado por su claridad y racionalidad; mientras que Oriente es como la Luna, definido por su sutileza y sensibilidad. Luego está la luz del eclipse, una luz especial que combina intensidades opuestas: es fuerte y clara, pero al mismo tiempo débil y sutil. Esta luz refleja un equilibrio entre el racionalismo ilustrado y un romanticismo silencioso que habita en los pensamientos oscuros.
Es un pensamiento dualista y paradójico: no me siento completamente perteneciente a ninguna parte del mundo, pero, al mismo tiempo, soy un ciudadano del mundo. Me veo como un puente cultural entre ambos lados, alguien que conecta las diferencias. Tal vez esa luz que ilumina represente la aceptación de la unidad o, en última instancia, de la ―Nada‖.
Cuando creas tus piezas, ya sean esculturas o fotografías, ¿te inspiras en emociones o experiencias personales? ¿Podrías compartir alguna historia personal o sentimiento que haya sido especialmente importante en la creación de alguna de tus obras?
Una de mis instalaciones favoritas fue creada durante la pandemia de COVID-19, una enfermedad infecciosa que causó la pérdida de muchas vidas humanas a escala mundial. En 2021, presenté por primera vez esta obra en la Bienal de Florencia, una instalación de 4 m² titulada «Red Gate – A Red Imprint» (Puerta roja – Un sello rojo), exhibida en la Fortezza da Basso. La obra fue bien recibida por el público italiano, lo que me valió la medalla de plata del Premio Lorenzo de Medici en la categoría de arte de instalación.
La inspiración para esta obra proviene de una impresión que tuve durante uno de mis viajes. Tras visitar una cueva oscura, accidentalmente me encontré en medio de los
densos bosques de un valle. Frente a mí se desplegaba un paisaje de verdes montañas y laderas, con matices de verde oscuro, verde limón, verde grisáceo, verde oliva y una variedad de arbustos de verdes indescriptibles. En medio de esta sinfonía de tonos verdes, se erguía una puerta roja, tan llamativa como un sello rojo en una pintura de paisaje chino.
Este contraste visual inspiró el concepto de la obra. La «puerta» es un elemento arquitectónico que nos permite trasladarnos de un espacio a otro. Conceptualmente, simboliza un punto de acceso a realidades distintas: luz y oscuridad, vida y muerte, ignorancia y sabiduría, cielo e infierno. Detrás de la puerta, siempre se oculta la tentación de curiosear, la invitación a un mundo desconocido, donde la aventura, la emoción o la confusión nos aguardan.
El «sello» representa una marca de información crediticia y confidencialidad. En la tradición del papel, el sello simboliza la autenticidad, la propiedad, la autorización de un contenido o el sellado de documentos que requieren protección. Esta obra buscó ser una firma personal en un paisaje renacentista humanista, pero también una alegoría de la experiencia humana contemporánea.
Lo que más me conmovió durante la exposición fue la reacción de las personas al enfrentarse a la puerta roja. Al abrirla, escuchaban sonidos familiares, lo que provocó en el público una gran diversidad de emociones: sorpresa, alegría, asombro, miedo, tristeza, nostalgia e incluso llanto. Esto me hizo reflexionar sobre la fragilidad emocional que la pandemia había expuesto en todos nosotros. La distancia forzada entre las personas —incluso entre miembros de la misma familia, compañeros de trabajo o estudiantes— dejó una huella emocional profunda. Muchas personas murieron en soledad y aislamiento debido a las restricciones sanitarias, lo que impidió a sus seres queridos estar cerca de ellos en sus últimos momentos. Esta obra es, en cierto modo, una representación de ese dolor compartido, de la impotencia de no poder cruzar la «puerta» para acompañar a quienes más amamos.
¿Qué sientes que la naturaleza, y en especial los árboles, tienen para enseñarnos como sociedad? ¿Y qué esperanza pones en que el arte pueda ayudarnos a recordar ese mensaje?
Solo cuando las personas comprenden lo que es natural, se puede decir que han entendido todo. Al comprender la naturaleza y permitir que siga su curso, se alcanza la comprensión del infinito, del Universo, y también del yin y el yang. Si aprendes a dejar que la naturaleza siga su camino, te
convertirás en un ser humilde, en armonía con la Naturaleza, con un grandioso corazón lleno de amor y respeto hacia la Vida. Ese espíritu creará una majestuosa obra del Universo.
La belleza siempre ha sido una de las formas en que nos conectamos con una mayor conciencia. Esta mayor conciencia ha dado lugar a todo el universo, incluida la belleza que se refleja en él y en nuestras mentes. La razón por la que podemos apreciar la belleza es que nuestras mentes provienen de la misma fuente que toda la naturaleza. Contemplar la naturaleza nos invita a alejarnos de los intereses creados por el ego humano. Solo tras muchas prácticas y entrenamientos básicos podremos reencontrar la belleza interior del ser humano.
Czili, la escultora Patricia Larrea fue quien nos ha encadenado contigo para realizar esta entrevista con la siguiente pregunta: ¿quieres que realicemos una obra escultórica juntas? Tu trabajando el hierro en tus soldaduras y yo con el vidrio, madera, y mis grafías. Sería una simbiosis espectacular, tú de cultura oriental y yo de las Américas aunque tengo una mezcla curiosa, Portugal y España. ¿y por qué no? Tenemos el ejemplo de los españoles cuando llegaron a América y las obras crecieron con la esencia de las dos culturas.
Puede que esté aquí accidentalmente, como muchas otras personas, intentando echar raíces lejos de mi tierra natal, en busca de otro porvenir y alejándome así de mi pasado e historia. O también puede que sea mi curiosidad o mi inquietud interior, junto con el deseo de empezar mi propia historia en otro lugar del mundo.
O quizás sea un profundo sentimiento o una necesidad de ver más allá del mundo, para entender y descubrir el papel que desempeño en él. Sin darme cuenta, en este desplazamiento geográfico de Oriente a Occidente, me enfrenté a una serie de choques personales: verbales, emocionales, conceptuales, culturales… Fue como volver a reajustar mis parámetros de referencia, en un intento por entender este nuevo mundo que trasciende desde un fondo histórico muy distinto al de mi origen.
En otras palabras, se trata de lanzarme a la aventura y recorrer este paisaje humanista, donde la Belleza me ha hechizado, esa Belleza que tiñe cada pueblo de la Tierra. Es la magia de las huellas dejadas por los sabios ancestrales, enmarcadas en la historia de la humanidad. Procedo de un pueblo de cultura milenaria, pero me enriquezco con el conocimiento de otras culturas, lo que me convierte en un ferviente aspirante que, con anhelo, busca la raíz de su pasado para dar sentido a su presente existencial. Y es a partir de allí, desde esa conexión con el pasado, que puedo expresar mi reflexión para contarla en un tiempo futuro.
¿Y por qué no? Y claro que sí! Nuestro encuentro en esta península ibérica no es casual. Cada una procede de una historia y cultura tan distintas, y, dado que nuestro encuentro en la clase de italiano era inevitable, el futuro próximo de crear una obra conjunta también lo será. Todo lo que sucede es significativo. Aunque a veces sea difícil de entender, lo importante es descubrir el sentido de la vida propia, el significado de nuestro destino y la necesidad que nos guía en el camino del Arte.
Czili, ¿a qué artista del Club Viajeros en el Arte, te gustaría encadenar esta entrevista y qué le querrías preguntar?
Me gustaría encadenar al escultor Diego Canogar, a quien le conocí desde mi inicio de la carrera de Bellas Artes de la Universidad Complutense.
“La obra de Czili destaca por su elegancia y su constante transformación. Sus formas fluyen como el agua o vibran como el sonido, con ondas, curvas y círculos. Es como si la música se volviera materia y el agua se convirtiera en una estructura fantástica. Sus creaciones son dinámicas y abiertas a múltiples significados, como si intentara dar forma a los remolinos de aire que generamos al mover una mano. Invitan a pensar en los vórtices, patrones y pliegues invisibles que nos rodean a cada momento, ya sea al respirar o al nadar en aguas claras y cristalinas.” Este texto fue escrito por el escultor Diego Canogar, quien siguió la herencia artística de su familia. ¿Alguna vez ha sentido presión por las expectativas familiares? ¿Ha experimentado un conflicto entre su identidad propia y la identidad familiar? ¿Cree que este contexto le ha llevado a desarrollar un sentido de perfeccionismo o una autocrítica constante en el proceso de creación artística? Al haber sido observado desde pequeño, ¿se siente vigilado por la mirada externa? ¿Cree que esto le ha hecho más consciente de la forma en que su obra es percibida o criticada por los demás?
En caso de que su pareja tenga una competencia profesional en el ámbito artístico, ¿siente la necesidad de ―superarla‖? Si trabajan en proyectos conjuntos, ¿se produce una lucha por decidir quién toma las decisiones creativas o logran compartir, entender y apoyarse mutuamente en el proceso?
Muchísimas gracias por darnos a conocer tu historia más allá de la artista y tu obra.
Muchas gracias al Club Viajeros en el Arte por darme la oportunidad de expresar mis conceptos sobre el arte y de reorganizar mis ideas internas de forma racional. También estoy muy agradecida a la artista Patricia Larrea por haberme nombrado para continuar esta cadena de Viajeros en el Arte, ya que, como mencioné anteriormente, nuestro encuentro no fue casual.
Ha sido una gran fortuna que no sólo hayamos sido compañeras de clase de idioma, sino también buenas compañeras en este camino iluminado por la luz del arte.
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@czili.artista